jueves, 22 de mayo de 2008

“Ahora hay que juzgar a la patota que secuestraba y mataba gente”


El pedido es de Isabel de De Marinis, la madre de Lila, cuya desaparición durante la dictadura será la primera en ir a juicio en Mendoza. Luciano Menéndez, Dopazo y Tamer Yapur, en el banquillo.

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Javier Polvani
jpolvani@diariouno.net.ar

“El objetivo que tenemos ahora es que sean juzgado los 80 miembros de la patota que secuestraba y mataba a la gente. No hay ninguno procesado, solamente la cúpula. Para que haya justicia completa tienen que juzgar a la patota pero hasta ahora no hay ninguno procesado”.
La reflexión es de Isabel de De Marinis, quien a los 89 años va a cumplir 32 reclamando saber qué pasó con su hija Lila, quien fue secuestrada de la casa de sus padres por un grupo de tareas de la dictadura la madrugada del 3 de junio de 1976. Tres décadas más tarde, la causa instruida por el juez federal de Mendoza Walter Bento fue elevada a juicio oral.
El caso debe ser juzgado por el Tribunal Oral número 1 en fecha a consignar. Ayer, tras notificarse de la elevación a juicio y entrevistarse con Bento, Isabel habló en exclusiva con este diario, acompañada de su hija Lita, como en todas las instancias que atravesó desde el fatídico 1976.
Por la desaparición están acusados el general de división Luciano Benjamín Menéndez, ex comandante del III Cuerpo del Ejército; el teniente coronel Orlando Dopazo, del servicio de Inteligencia, y el coronel Tamer Yapur. Isabel pelea ahora por llegar al juicio de la patota que actuaba secuestrando personas en Mendoza y para evitar que el debate oral contra la cúpula sea retrasado para hacerlo junto con otras causas en las que están implicados los mismos acusados.
“Estoy muy contenta porque después de 32 años de espera, por fin parece que se va a hacer justicia”, comienza diciendo la mujer.
–¿Cuáles son sus expectativas?
–Espero que por lo menos condenen a los culpables. Para llegar a esto hemos caminado años. Aún en plena época del proceso yo fui a hablar con los represores, que me decían que ellos no sabían nada, que eran inocentes. Tamer Yapur me dijo que tal vez la habían llevado a Córdoba y que ellos no tenían nada que ver, que no les gustaba ver llorar a la gente.
–¿Yapur u otro militar reconoció que a su hija la tenían detenida?
–Yapur lo único que me dijo es que tal vez la habían llevado a Córdoba, no sé por qué me dijo eso.
–¿Yapur es el único de los imputados en la causa que habló con usted después del secuestro de su hija?
–Con Yapur hablé dos veces, después recorrí todos los lugares en los que había militares. Fui hasta la SIDE y me dijeron: ‘Acá no sabemos nada señora’. Me mandaron a las oficinas del Ejército en la calle 9 de Julio, pero fuimos un montón de veces y nunca nos dijeron nada.
–¿Cómo afectó a la familia?
–Nos cambió la vida... Yo creo que pude sobrevivir y empezar la lucha porque tenía a mi nieto (Lisandro), que ahora tiene 32 años. Lo último que supe de mi hija fue que alguien llamó por teléfono diciendo que no nos olvidáramos de darle la vacuna a Lisandro. No sé cómo hizo ella para conseguir que el hombre que llamó nos dijera eso.
–¿Qué recuerda de la noche del secuestro?
–Tocaron el timbre de la casa (Catamarca y Montecaseros), no bien abrió la puerta mi esposo entraron unos tipos encapuchados con pasamontañas y anteojos oscuros. A mi marido y a mí nos tomaron con bastante brusquedad, nos gritaban que nos diéramos vuelta, nos tiraron de boca en la cama y nos ataron las manos. Yo pude desatarme antes de que los tipos salieran del departamento, entonces me acerqué a la ventana y vi cuando cargaban a mi hija en un auto rojo, de atrás salían otros autos. Yo les grité barbaridades... Grité hijos de puta, degenerados, qué sé yo, todos los insultos que se me ocurrieron los grité.
–¿Cómo vio el trabajo de Bento?
–Me parece que fue bueno. Hace un mes me dijo que la causa no podía avanzar por las apelaciones de los represores. Me preocupa la posibilidad de que se retrase el juicio porque podría hacerse un megajuicio con todas las causas de la represión en Mendoza. Yo no quiero que eso pase, ya tengo 89 años y quiero ver cuando condenen a los represores que se robaron a mi hija.
–¿Hay algo pendiente?
–Que juzguen a la patota, no alcanza sólo con los jefes.

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